El Trastorno de Personalidad por Dependencia, también conocido como Trastorno Dependiente de la Personalidad, es un cuadro clínico caracterizado por por la falta notable de confianza en uno mismo y en la necesidad constante de recibir consuelo, seguridad y apoyo a través de relaciones personales cercanas. En la práctica esto se traduce en adoptar hábitos y actitudes relacionadas con la sumisión y la adhesión extremas y con el miedo a la separación.

En cuanto a su epidemiología, se cree que este trastorno afecta aproximadamente al 2,5% de la población y que es más frecuente en mujeres que en hombres.

La persona que sufre este trastorno:

  • Necesita siempre tener a una persona de confianza a su lado para sentirse segura.
  • Cambia de idea fácilmente aún cuando ya había tomado una decisión.
  • Está dispuesta a ceder en una discusión porque teme el rechazo en los demás.
  • No inicia nuevas actividades o proyectos por temor a que no salgan bien.
  • Realiza cualquier tarea, aunque sea desagradable, por complacer a los demás, incluso a aquellas personas que no le agradan.

Se considera indefensa y poco capacitada ante la vida, es muy indecisa porque confía muy poco en sus posibilidades, y recurre siempre a los demás para pedirles consejo o encargarles sus asuntos. Esta sensación de indefensión suele acompañar desde la infancia, dando el trastorno las primeras señales en la adolescencia y asentándose en la etapa adulta.

En su historia vital a menudo se puede detectar un estilo de apego inseguro ansioso, probablemente asociado a un modelo parental de refuerzo de la dependencia, basado en la idea de que la autonomía resulta algo muy peligroso, y el cual termina actuando en todas las etapas de desarrollo.

La persona con dependencia termina aferrada a este rol y continúa perpetuando esta sobreprotección de los demás, para así afrontar las exigencias de la vida.

El dependiente puede someterse, tolerar humillaciones, infidelidades y maltratos sin expresar desacuerdo, por temor a perder el apoyo de alguien que considera importante. Por lo general tiende a mantener las relaciones a toda costa, aunque sean disfuncionales y, en el caso de que terminen, busca otra de forma urgente.

A menudo, este apegarse al otro enmascara una agresividad subyacente y, como consecuencia, la persona “objeto de este apego” puede percibir sus peticiones como hostiles y agobiantes. El comportamiento dependiente también puede ser una forma de evitar la reactivación de experiencias traumáticas del pasado.

Con mucha frecuencia este trastorno se asocia con otros como la Depresión Mayor, el Trastorno Bipolar, Trastornos de Ansiedad y de la Conducta Alimentaria.

Se debe distinguir del Trastorno Limite de la personalidad, caracterizado también por el temor a estar solo, con la diferencia de que los dependientes, además, quieren que sean otros los que asuman una función de control y de decisión; siendo más sumisos que autodestructivos ante las posibles amenazas de separación.

También debe ser diferenciado del Trastorno de personalidad por Evitación, en el cual existe un temor y miedo al rechazo, ya que los dependientes buscan nuevas relaciones en lugar de evitarlas y la sustituyen rápida e indiscriminadamente cuando han acabado.

Se ha llegado a hacer una clasificación por subtipos de este trastorno, los cuales serían:

  • Desinteresado: se abandona por completo a la otra persona y olvida sus intereses, más allá de su necesidad de protección y de guía. Tiene rasgos masoquistas.
  • Ineficaz: se caracteriza por un miedo a afrontar cualquier tipo de problema y por una extrema pasividad.
  • Complaciente: posee un perfil claramente ansioso, estructura su vida alrededor de la sumisión a otra persona. Se muestra dócil, complaciente y dedicado.
  • Inmaduro: con características vinculadas a la inocencia y a lo infantil, se destaca por la credulidad y la incompetencia a la hora de realizar tareas sencillas para la edad adulta.
  • Inquieto: expresa desconfianza y miedo constante, evita cualquier tipo de problema, así como la relación con personas que no sean su figura protectora.

Por lo general estas personas acuden a consulta a causa de los síntomas de depresión o ansiedad que suelen sufrir, especialmente los provocados por separaciones o abandonos. Es muy común que no sean conscientes de que padecen un trastorno. Esta toma de consciencia suele suceder al llegar a un límite en el que les resulta muy evidente su falta de control sobre su realidad. Aún así, en la mayoría de ocasiones se deciden a iniciar la terapia animados o acompañados de algún familiar o persona de confianza.

Al tratarse de un trastorno de personalidad se fundamenta en hábitos emocionales, conductuales y de pensamiento muy persistentes y por lo tanto el objetivo del proceso psicoterapéutico, más que eliminar el trastorno, se basa en mitigar lo máximo posible los síntomas y dotar a la persona de capacidades y habilidades para manejarse de la mejor manera en su realidad diaria.

En este sentido, la psicoterapia orientada a la introspección y la asertividad puede ser eficaz para mejorar la autoestima y para combatir los síntomas de la depresión, un trastorno frecuentemente asociado; siendo el entorno cercano de la persona un pilar fundamental en el tratamiento.