En plena revolución democrática con Madrid en la boca del mundo por el famoso movimiento cultural que fue la Movida Madrileña, Sabina presagia un cambio en el estereotipo de la niña-mujer: ¡ya no quieren ser princesas!
Hoy día en pleno siglo XXI ya podemos decir, ¡así es!, tenía razón.
Mientras tanto hemos pasado de ser princesas a ser supermujeres. Las ganas de recuperar el tiempo perdido, las ganas de hacernos ciudadanas de primera, igual que los hombres, con derecho a votar, a trabajar fuera de casa, salir y disfrutar, en vez de liberarnos nos hizo sobrecargarnos de funciones; se nos olvidó reeducar los hombres en la construcción de su masculinidad y pasamos a tener mujeres feministas y hombres machistas, resultado: ¡Mujeres al borde de un ataque de nervios!
El reconocimiento del fallo vino con informes e estadísticas donde se constataba que si la mujer había salido a trabajar, el hombre no había “entrado en casa”. ¿Qué habíamos hecho mal? ¿Habría la posibilidad de que lo de antes estaba bien para ellos? La cultura patriarcal es opresora para toda la población, si las niñas ya no querían ser princesas, los niños estaban hartos de ser brutones.
Las niñas ya no quieren ser princesas, porque eso es ser ñoña y débil, y está claro que eso, no mola; les gusta ganar las peleas negociando no manipulando, prefieren Brave a Rapunzel y no entienden porque ellas no se pueden subir a un árbol. Los niños a su vez también quieren jugar con muñecas y no llorar a escondidas.
En definitiva buscamos libertad, que podamos actuar sin ser juzgados ni etiquetados por ello, si quiero ser princesa seré princesa me llame Ana o Juan, y si mañana me apetece ser mago, no pasa nada. Podemos ser muchas cosas; ¡el ser humano es muy grande y complejo para ser solamente una cosa!
Hoy día, hombres y mujeres, vamos entendiendo el concepto de equidad, aunque falte mucho por caminar, y hay cada vez menos supermujeres. Nunca antes la sociedad estuvo tan concienciada en la igualdad de derechos y oportunidades para toda la población.