La mente juega un papel crucial en el desempeño y alcance de nuestro verdadero potencial. La postergación ha estado presente desde el comienzo de la civilización. Figuras históricas como Da Vinci, Picasso, Franklin, y Roosevelt han hablado sobre los estragos que hacía en su trabajo la tentación de dejar las cosas para mañana.

El término procrastinación proviene del latín: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro, postergación o posposición. Los griegos llamaban ‘akrasía’ a la procrastinación: una falta de autocontrol y tendencia a actuar en contra de nuestro verdadero interés. Por tanto, la procrastinación es la acción o el hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables.

Este concepto se aplica en psicología para definir la sensación de ansiedad generada ante una tarea pendiente de concluir. Quien pospone o procrastina lo que está realizando en el fondo es una conducta evasiva o evitativa. Las situaciones de la vida en las que se procrastina con más asiduidad son aquellas relacionadas con el día a día, el cuidado personal, los compromisos sociales o el trabajo.

En las personas que procrastinan conviven dos creencias irracionales que hacen que el acto de postergar se convierta en un hábito: por una parte se ven como inadecuados, y por otra, consideran el mundo como un lugar demasiado difícil y exigente.

Estas creencias se manifiestan de diferentes formas:

  • Perfeccionismo y miedo al fracaso: se evita realizar las tareas en las que no hay garantía de éxito. Ante el perfeccionismo las metas impuestas resultan poco realistas y aparece el sentimiento de inadecuación por no poder llevarlas a cabo.
  • Ansiedad y catástrofe: la ansiedad se manifiesta ante la dificultad al tomar decisiones y la tendencia a buscar garantías de éxito antes de empezar una nueva tarea. A medida que el trabajo se acumula se tiende al catastrofismo.
  • Rabia e impaciencia: el enfado y la impaciencia son señales de que nos estamos imponiendo exigencias, consecuencia de ver que no hay posibilidad de cumplir con tan altas expectativas.
  • Necesidad de sentirse querido: hacer cosas como medio de asegurar el amor o la aceptación de los demás. De esta forma se aceptan todas las demandas que los demás hacen, lo que deriva en un proceso de frustración al no poder contestar a todas ellas.
  • Sentirse saturado: esta sensación es común a todos los procrastinadores que ven como el trabajo se les va acumulando. En muchas ocasiones los postergadores se sienten atrapados e incapaces de establecer prioridades y desperdician su tiempo lamentándose de su situación en vez de buscar soluciones.

Según indican las investigaciones, hay una clara relación entre la tendencia a retrasar tareas y la impulsividad. En algunos estudios, la presencia o no de la capacidad de autorregulación, es decir, la habilidad para controlarse a uno mismo en favor de recompensas futuras, explica gran parte de los casos de procrastinación.

procastinacion

Uno de los primeros estudios para documentar la naturaleza perniciosa de retrasar las tareas pendientes fue publicado en la revista Psychological Science en 1997. En él se investigaba el rendimiento académico, niveles de estrés y salud general de estudiantes universitarios durante un semestre.

En un principio parecía haber un beneficio en la postergación, ya que los estudiantes con más puntos procrastinadores tenían niveles más bajos de estrés en comparación con los otros, seguramente como resultado de poner por delante actividades más placenteras. Al final, sin embargo, los costos de la dilación superaron con creces los beneficios temporales. Los postergadores obtuvieron calificaciones más bajas que otros estudiantes y más altos niveles de estrés; además de enfermedades nuevas que antes no tenían, como depresión y ansiedad.

Timothy A. Pychyl, especializado en el estudio de la procrastinación, dice que cuando nos enfrentamos a una tarea para la que nos falta motivación nos encontramos frente a una elección interior. Podemos seguir adelante con la tarea a pesar de la falta de motivación o podemos “ceder” a retrasar la tarea para más tarde.

Demorar parece la opción más fácil, pero tiene un costo. La investigación muestra que el impulso hedonista resultante de evitar una tarea molesta es de corta duración. La gratificación inmediata no dura en el tiempo y la culpa asociada termina acarreando consecuencias fisiológicas y emocionales: se ha descubierto que las personas que posponen las cosas tienen niveles más altos de estrés y menor bienestar.

En el contexto de la neuropsicología se habla de las funciones ejecutivas. Se ha descubierto que los sistemas prefrontales del cerebro están involucrados en procesos que se superponen con la autorregulación y sus comportamientos (resolución de problemas, planificación, autocontrol) y caen bajo el dominio de la función ejecutiva. La corteza prefrontal es la parte que más tarde, evolutivamente hablando, se ha desarrollado; pero a su vez es la que permite a los seres humanos integrar la información y tomar decisiones.

En este sentido, Daniel Kahneman, en su última publicación: Thinking. Fast and slow, trata de explicar por qué nos enfrentamos a esas decisiones internas.
Aunque tenemos una sola mente, no tenemos una sola forma de decidir. Kahneman propone entender la toma humana de decisiones partiéndola en dos “sistemas” principales.

  • El Sistema 1 es un esclavo de las emociones y actúa rápida, impulsiva y automáticamente, con poco o ningún esfuerzo y sin un control voluntario. Diríamos que es, por ejemplo y para simplificar, el causante de que cuando digo: “no pienses en un elefante rosa”, pienses en eso mismo automáticamente.
  • El Sistema 2, por contra, funciona como un agente racional que se concentra con esfuerzo y atención hacia las actividades mentales que así lo demandan.

La mayoría de nuestros juicios y elecciones diarias son obra del Sistema 1 y ocurren de forma automática e intuitiva. Nos permiten desenvolvernos de forma razonable en nuestra vida práctica pero también generan todo tipo de intuiciones erróneas y decisiones contradictorias. Solamente cuando entra en juego el Sistema 2, postergando las gratificaciones y sugerencias del sistema emocional, tras invertir un gran esfuerzo cognitivo que no podría gastarse todo el tiempo, podemos intentar resolver los problemas difíciles o contraintuitivos y hacer planes que luego nuestro sistema 1 traicionará.

En este sentido, los expertos creen que la mejor manera de eliminar la necesidad de correcciones en el estado de ánimo a corto plazo es encontrar algo positivo en la propia tarea que incline la balanza hacia hacerlo hasta que te acostumbres a hacerlo. No hay sistema que pueda ayudar si no tienes una razón interior. En realidad, la forma de comenzar es más simple de lo que parece, y pasa por la pregunta: ¿Por qué haces lo que haces?

Se puede comenzar con una razón u objetivo a corto plazo, para después establecer uno más lejano. Tal vez hasta después aparezcan algunos intermedios. Todo lo que haga falta para erradicar el posible debate mental al respecto.