El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es una manifestación de ansiedad que afecta, aproximadamente, al 1% de la población. Como su nombre indica, se caracteriza por la existencia de dos componentes principales:

Las obsesiones pueden ser pensamientos, ideas, imágenes o impulsos recurrentes y persistentes. Son vividas como involuntarias y producen inquietud, aprensión, preocupación o temor. Se experimentan como invasoras de la conciencia, siendo común tratar de ignorarlas o suprimirlas, muchas veces sin éxito. Es entonces cuando entran en juego las compulsiones.

Las compulsiones son pensamientos o conductas repetitivas y estereotipadas cuya principal función es reducir la ansiedad provocada por la obsesión. Mediante su realización se intenta evitar algún acontecimiento futuro asociado a las obsesiones, aunque el sentimiento más profundo es el de resistirse a llevarlas a cabo, ya que se reconoce su falta de sentido. Suele ocurrir que con el paso del tiempo van siendo necesarias más repeticiones para reducir la ansiedad. De esta forma se crea un círculo vicioso, puesto que aunque en un principio se obtiene una reducción inmediata del malestar, finalmente se refuerza la dinámica del comportamiento. Las compulsiones requieren mucho tiempo y energía, por lo que afectan al bienestar social y laboral y terminan causando sentimientos de angustia, culpa y vergüenza.