El hábito de comerse las uñas es llamado científicamente onicofagia. El término viene del griego ονυξ, que significa ‘uña’, y φαγειν, que significa ‘comer. Afecta al 20-30% de la población sin importar la edad, aunque la prevalencia es mayor entre la infancia y la adolescencia, y puede conducir a problemas psicosociales significativos y tener un impacto negativo en la calidad de vida (según un estudio publicado en 2016 en PubMed.com).

En 2012 la Asociación Americana Psiquiátrica  incluyó la onicofagia en la lista de trastornos obsesivos-compulsivos (TOC), asociándolo a otros desordenes psiquiátricos como trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) o trastorno de ansiedad por separación (TAS). Sin embargo, no todos los psiquiatras concuerdan.

Un estudio publicado en 2015 en el Journal of Behavior Therapy and Experimental Psychiatry indica que el motor de la onicofagia no es la ansiedad sino de perfeccionismo. Las conclusiones del experimento descrito en «El impacto de las emociones en las conductas repetitivas centradas en el cuerpo» mostraron que quienes se muerden las uñas pueden ser perfeccionistas y que hacerlo puede ayudarles a calmar su irritación, aburrimiento o insatisfacción.

Otra posibilidad es que algunos estén genéticamente predispuestos ya que hay investigaciones que muestran que un tercio de los que se comen las uñas tienen familiares que también lo hacen, y que es común entre gemelos que si uno lo hace, el otro también.

¿Qué consecuencias tiene para nuestra salud?

Según la Academia Americana de Dermatología (AAD), las infecciones bacterianas causadas por morderse las uñas son uno de los problemas más comunes de las uñas. Una de ellas es la paroniquia, una infección de la piel que ocurre alrededor de las uñas, la cual es dolorosa y en casos serios puede llegar a requerir de un intervención quirúrgica.

En las uñas proliferan bacterias de todo tipo debido a que los dedos están constantemente manipulando objetos que pueden estar contaminados o sucios. Entre las especies más populares están la Salmonella y la E. Coli (ambas transmitidas por alimentos crudos). Cuando nos llevamos los dedos a la boca automáticamente estos microorganismos pasan a las mucosas y, desde allí, directos al interior de nuestro cuerpo, donde causan estragos.

Morderse las uñas también puede llevar a que los dientes se deformen, se desgasten prematuramente o cambien de posición, afectando la oclusión dental o la mordida.

Información extraída del artículo «Por qué se muerde las uñas hasta un 30% de la población (y no son los nervios)» de BBC Mundo.