¿Seríais capaces de provocar descargas eléctricas a una persona si la autoridad os lo ordenase? ¿Hasta dónde seríais capaces de llegar? Seguramente vuestra respuesta sea un no rotundo, pero el psicólogo social Stanley Milgram llevó a cabo durante la década de los 60 un experimento que dio lugar a resultados sorprendentes.

A Milgram le fascinaban los peligros del comportamiento de grupos y la obediencia ciega a la autoridad que hay en la naturaleza humana que permite al individuo actuar sin restricciones de forma cruel, sin lugar a sentimientos de compasión.

Antes de sumergirnos totalmente en el experimento matizaré a que se debe la obediencia a la autoridad y así ponernos en situación.

Desde la Psicología Conductista se observa que la obediencia es la conducta más reforzada desde la más tierna infancia. En cambio, la desobediencia es la más castigada. Se va creando así, poco a poco, algo similar a un reflejo condicionado hacia la obediencia. Esta situación resulta muy cómoda para toda autoridad pero disminuye la capacidad de independencia (o espíritu crítico) del sujeto, quien resulta limitado para su futura vida adulta.

Sabido es que la obediencia a la autoridad está basada en el principio de jerarquía que ha sido exaltado, prioritaria y constantemente, en nuestra cultura porque es uno de sus pilares. Si no se respetase este principio sería difícil que funcionase una sociedad entendida como eficiente según los parámetros actuales del sistema, ya que sin autoridad todo sería un caos y no habría leyes ni penas. Esto en un plano general, pero también a un nivel más concreto, el de los individuos, es la obediencia a la autoridad la que permite una buena protección al sujeto, digamos que “estaba obedeciendo a la autoridad” es una buena justificación para cometer determinados hechos, que quizás en ocasiones pudieran ser delictivos.

Experimento Milgram

La finalidad del experimento era medir la disposición de un participante para obedecer las órdenes de una autoridad, incluso cuando estas órdenes pudieran ocasionar un conflicto con su sistema de valores y su conciencia.

Los participantes fueron 40 adultos de edades comprendidas entre los 20 y los 50 años de todos los niveles socioeconómicos. Por medio de un aviso en el diario o en forma de carta, se les invitaba a formar parte de un experimento sobre “memoria y aprendizaje” (entre comillado porque el experimento en realidad no consistía en eso, si no en medir la disposición del participante a obedecer a la autoridad) de la Universidad de Yale. Se les pagó con una suma de 4 dólares más el gasto del viaje y la duración aproximada se estimó en una hora.

Se les hizo saber que para el experimento hacían falta tres personas:

  • El investigador (que dirigía el experimento) que iba vestido con bata blanca y ejercía de autoridad.

Mediante un sorteo falso y amañado (ya que el verdadero participante le tocaría ser siempre el maestro) se designaban las restantes partes.

  • El maestro (el verdadero participante) Debe realizar preguntas académicas al alumno y castigarle con descargas eléctricas dolorosas cada vez que falle una.
  • El alumno (cómplice del investigador) El cual simulará dolor intenso con cada “descarga eléctrica recibida”.experimento-milgram-jpg

El experimento se desarrolló en dos habitaciones contiguas, en una estaría el alumno (recordemos que era cómplice del investigador) sentado y atado a una silla con varios electrodos colocados por todo su cuerpo y el investigador y el maestro (verdadero participante) se ubicaría en otra habitación (separadas por un cristal trasparente) frente a una máquina de provocar descargas eléctricas (por medio de los electrodos que portaba el alumno) con interruptores que van desde 15 hasta 450 voltios y una designación verbal que desde shock moderado hasta XXX daño severo.

El investigador afirmó que las descargas pueden ser extremadamente dolorosas pero que no causarán ningún daño permanente. Antes de comenzar, se les aplicó a ambos una descarga real de 45 voltios para «probar el equipo», lo cual permitió al maestro comprobar la desagradable sensación a la que sería sometido el alumno durante el experimento. El alumno en realidad no recibiría descarga alguna, sino que lo que en realidad escucharía y vería el maestro sería una actuación con gemidos y gritos de dolor.

La tarea consistía en que el maestro recitaría parejas de palabras que el alumno debía memorizar. Luego leería sólo la primera y el alumno tenía que responder con la segunda. En caso de fallar, el maestro debía darle una descarga eléctrica de 15 voltios. Si volvía a fallar en otra pregunta, se aumentaba la siguiente descarga en otros 15 voltios. Así, hasta 30 niveles en total para llegar al máximo de 450 voltios.

La persona que hacía de alumno sabía de antemano cómo tenía que reaccionar a cada falsa descarga eléctrica en función de su voltaje para que el maestro creyese que era real al otro lado del vidrio que los separaba.

Al margen de la reacción natural, se incluyó algo de dramatismo para potenciar la intensidad del momento y acentuar el choque emocional del maestro. El alumno empezaba a golpear el panel de cristal para pedir clemencia, chillaba que está enfermo del corazón y pedía que finalizase el experimento entre gritos de dolor cuando se alcanzaban los 270 voltios. A partir de los 300, el alumno ya no respondería a ninguna pregunta y el único sonido que emitiría serían estertores, ruidos que se escuchan con la respiración cuando pasa aire por los alveolos que denotan la existencia de una anormalidad o enfermedad en la persona.

Cuando el participante (maestro) pedía al investigador marcharse y cerrar el experimento, este daba cuatro posibles provocaciones graduales:

1. Continúe, por favor.
2. Es necesario que continúe.
3. Es completamente esencial que continúe.
4. No tiene otra opción, debe continuar.

Si tras la cuarta frase se negaba a seguir con el experimento, este se detenía.

¿Qué ocurrió durante el experimento? Resultados

El experimento fue una fuente de estrés, tensión y verdadero mal estar para los participantes ya que veían como sus acciones causaban sufrimiento extremo a otra persona.
La tabla que aparece a continuación resume las reacciones que hubo durante las fases del experimento.

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Estos resultados fueron sorprendentes ya que no se esperaban que tantas personas llegasen hasta el final (65% de los participantes) incluso aquellos que provocaron descargas de 450 voltios no se mostraban sádicos en absoluto y todos ellos suspiraron de alivio al conocer la verdad del experimento, que el alumno actuaba y que en realidad no sufrió ningún daño.

¿Por qué tantos participantes llegaron hasta el final? Conclusiones

Según Milgram, hubo una serie de factores situacionales que explicaban estos altos niveles de obediencia:

  • Cuando el participante obedece los dictados de la autoridad, su conciencia deja de funcionar.
  • Cuando la persona obedece órdenes, se produce una abdicación de la responsabilidad.
  • Los sujetos obedecen con mayor facilidad cuanto menos han contactado con la víctima y cuanto más lejos se hallan, físicamente, de la misma.
  • Los sujetos con personalidad autoritaria resultan más obedientes que los no autoritarios.
  • Cuanto más cerca (físicamente) está la autoridad, se obedece más fácilmente.
  • A mayor nivel de formación, menor intimidación produce la autoridad, por lo que se produce una disminución de la obediencia.
  • Mayor propensión a obedecer entre las personas que han pertenecido a las Fuerzas Armadas o instituciones similares, donde es importante la disciplina.
Variables que modificaron el experimento

Milgram introdujo dos nuevos elementos en el experimento que señalo como distorsionadores de los resultdos:

1. Órdenes contradictorias: encontró que disminuía significativamente la obediencia de los maestros cuando había más de un investigador y daban entre sí órdenes contradictorias. La duda sembrada sobre a cuál de las dos autoridades seguir, paralizaba la acción. Es importante en la actitud obediente observar seguridad en la autoridad.

2. Otros desobedecen o el efecto conformista del grupo: en el experimento núm. 17, Milgram introdujo un nuevo elemento, el grupo. El resultado fue el inverso de lo ocurrido en los otros, la mayoría desobedeció cuando observó que lo hacían sus compañeros (de 40 sujetos 36 desobedecieron). Curiosamente, en el cuestionario que se pasó después de terminado el experimento para preguntarles por ese efecto mimético, los sujetos no dieron ninguna importancia a ese hecho, manifestando que actuaron desobedeciendo por sí mismos, sin tener nada que ver la actitud desobediente de los otros.

Después de analizar los resultados y reflexionar sobre la obediencia de sometimiento, seguimos preguntándonos ¿por qué se obedece voluntariamente aun generando tensión?, ¿por qué es más fácil obedecer que desobedecer?, ¿no estará detrás la agresividad reprimida por la cultura?, ¿cómo se resuelve la tensión producida por el conflicto consecuente con esa obediencia no querida?