Una idea obsesiva siempre parece una gran idea, no por ser grande, sino porque llena todo el cerebro.
Jacinto Benavente.
La intención humana de dominar los contenidos de lo que piensa es probablemente tan antiguo como nuestra misma especie. Por ejemplo en la Edad Media a San Agustín de Hipona le parecía un fenómeno monstruoso que la mente, en ocasiones, no obedeciera. ¿A quién no le ha sucedido que no recuerda, por más que lo pretenda, el nombre de esa persona con la que acaba de mantener una breve conversación en la calle que no veía hace tiempo? O ¿Qué no se acuerda de determinados datos de una anécdota que desea contar en una reunión de amigos? y, sin embargo, a las personas a veces nos cuesta olvidar determinados hechos como una infidelidad, un comentario que nos ha resultado desagradable por parte de alguien a quien estimamos, o las sensaciones que tuvimos ante un ataque de pánico. ¿Curioso, no?
Desembarazarse de un recuerdo que nos resulta desagradable y que vuelve una y otra vez, no parece fácil, como tampoco lo es concentrarse en una tarea sin distraerse o recordar algo importante cuando se desea. Adentrémonos en el mundo de los pensamientos y en cómo funciona nuestra mente.
El investigador y profesor de psicología de la Universidad de Minnesota Eric Klinger ha calculado que en dieciséis horas de consciencia las personas tenemos como promedio unos 4.000 pensamientos, habitualmente con una duración de pocos segundos. Además, los resultados de otro estudio realizado recientemente con 2.250 participantes afirman que las personas, en las horas en las que estamos despiertos, dedicamos un 46,9% de ese tiempo a pensamientos que nada tienen que ver con lo que estamos haciendo en esos momentos. A raíz de esto podemos ver que de base el mundo de los pensamientos y la mente es una especie de sistema muy productivo y diverso, al que generalmente no le gusta demasiado estar en el presente.
A lo largo de ese encadenamiento creativo de miles de ideas diarias, parece originario de nuestra mente el que se dedique a generar todo tipo de pensamientos de diversas naturalezas: agradables, neutros y desagradables, lógicos y absurdos, repentinos y desarrollados, agresivos y también bienintencionados… Para muchos de nosotros el problema puede comenzar cuando algunas de esas ideas nos resultan intolerables o que no deberíamos tener, incluso nos asustamos de nosotros mismos si juzgamos su contenido, por lo que nos proponemos controlar su aparición o más bien su extinción. Todo empieza por un “no deberías pensar esto…” cada vez que nos asalta la idea y, si esto se repite en el tiempo, aumentamos la intensidad del deseo de extinguirla y la frustración por no poder conseguirlo, entrando en una especie de espiral en la que parece que estamos atrapados. En un tiempo puede convertirse en algo obsesivo para la persona, paralizante e incluso resultar un impedimento en su funcionamiento y desarrollo vital, como sucede en los casos de adicciones, estados depresivos, y los relacionados con trastornos de ansiedad entre otros.
La palabra obsesión proviene del término latino obsessio, que significa asedio. Así en numerosas ocasiones, una idea obsesiva se caracteriza por un aspecto principal: la presión que esta idea ejerce en la persona parece que le impide escapar de ella. De forma que cuanto más deseemos controlar el que se vaya de nuestra mente, menos capaces nos sentimos de formar parte activa de ese proceso de selección y descarte de pensamientos, y más presente se nos hace.
Resumiendo, los pensamientos obsesivos se suelen caracterizar por:
- Ser vivido por la persona como un intruso que entra en la conciencia de forma no intencionada y no deseada.
- Inaceptable, sintiendo la intrusión como algo negativo. Pudiendo tener diferentes niveles de impacto para nosotros, entendiéndose como una molestia desagradable hasta provocarnos un miedo y ansiedad severos.
- Subjetivamente la persona siente una fuerte necesidad de resistirse a la idea, reprimirla o impedir que vaya a más en la conciencia.
- Van asociados a una sensación de falta de control abrumadora, de no poder manejar los contenidos de la mente.
- La intensidad de su impacto y su naturaleza puede ser muy variada: desde pensamientos absurdos que no trastocan la idea sobre el sentido de uno mismo, a imágenes que suponen una seria amenaza para los valores fundamentales de la persona y su imagen consciente de sí misma.
- En esencia pueden consumir considerable tiempo, espacio y energía mental, generar mucho sufrimiento y resultar debilitadoras.
¿Cuáles son los contenidos más habituales de los pensamientos obsesivos?
A. Ideas que se relacionan con dudas o incertidumbre, generalmente porque pensamos que así nos garantizamos el «estar preparados» ante los posibles problemas que surjan en nuestro camino, buscando seguridad.
B. Basadas en el miedo a la suciedad o contaminación; alimentando el temor a algún tipo de transmisión o infección no deseada que suponga consecuencias notables para la salud.
C. También existen pensamientos que nos encaminan a la búsqueda de un orden perfecto de las cosas y situaciones, experimentando la necesidad de lo simétrico y equilibrado.
D. Intrusiones de contenido sexual, agresivo o blasfemo, pudiendo llegar a suscitar intensa ansiedad en la persona por miedo a cometer un acto inmoral o no congruente con la noción que uno tiene de sí.
Cómo está funcionando realmente la mente.
La importante paradoja que debemos de conocer acerca del funcionamiento de la mente humana es que prohibirnos pensar en algo alimenta esos pensamientos concretos, esos y no otros (que también aparecen y que escasamente atendemos). Al exigirnos no pensar en esos contenidos estamos haciendo que los “pensamientos prohibidos” sean cada vez más y más presentes en nuestro contenido mental o conjunto de ideas encadenadas a lo largo del día, tornando una idea pasajera en una amenaza persistente de la que huir.
Queda claro entonces que con nuestra voluntad no podemos influir en la aparición o extinción de determinadas ideas, asumámoslo. Creemos que tenemos la capacidad de controlar los contenidos mentales intentando contrarrestarlos a toda costa y desarrollando estrategias que normalmente nos sirven de poco o nada en el manejo de los pensamientos intrusivos.
Quizá sea el momento de plantearnos que el problema no reside en el hecho de recrear o no ciertas ideas, sino en la interpretación y evaluación que la persona hace de ellas, la creencia de que son inadecuados y una amenaza, creyendo que por pensar algo negativo o desagradable se incrementa la posibilidad de que suceda, ya sea llevando a cabo la acción uno mismo o sea proveniente del exterior.
Tengamos en cuenta que los pensamientos son precisamente eso, pensamientos, ideas que no pertenecen al terreno de lo real, sino al de la imaginación y lo fantástico de cada uno, y que no se harán más reales porque aparezcan por nuestra mente con frecuencia. No jugamos un papel fundamental en provocar o impedir resultados simplemente porque lo pensemos.
Gestionando el asedio, claves que nos pueden ayudar.
- No enredarse en interpretaciones y juicios acerca del contenido. Observa la producción de esa idea como una de las miles que se generan a lo largo del día (que recordemos que en conjunto son muchas y de naturaleza muy diversa), y no por ello tiene que tener un significado especial.
Los pensamientos y sentimientos son respuestas privadas que acompañan de forma natural a la persona y no algo que nos obligue a actuar de esa forma determinada.
- Intenta identificar el carácter irreal y absurdo de esos pensamientos que calificas como perturbadores. Se trata meramente de un evento mental, simplemente falsos mensajes del cerebro.
Para ello ayuda el que establezcamos un diálogo interno en el que:
1) Reconozcamos el pensamiento como una obsesión y no como algo que estoy sintiendo realmente. «No estoy experimentando mis manos sucias, sino la obsesión de que están sucias».
2) Mantengámonos como espectadores de la obsesión sin identificarnos con ella. «Esta obsesión no soy yo, es mi pensamiento».
3) Deja de escapar, bloquear o impedir experiencias internas no deseadas, y acéptalas tal cual son. Esto no significa que te resignes pasivamente, sino que te propongas aceptar activamente todo el abanico de pensamientos; ¿cómo hacerlo?, abandonando esos intentos de cambiar y controlar la experiencia mental que sólo te conducen al bloqueo.
4) Explora tus valores y dirige tu atención a algo diferente, que te parezca placentero o interesante. Cultiva tus hobbies.
- Ten en cuenta que los pensamientos no son permanentes. Una idea tiene inicio, un estar, y un final; se puede soltar y dejarla pasar.
- Asume que tienes la capacidad de elegir las experiencias en las que deseas centrarte, mirar, actuar o implicarte, y responsabilízate de ella.
- Procura estar en el presente y darte cuenta de cuándo mentalmente te estás yendo a otros momentos temporales, esto te ayudará a poder volver a centrarte en lo que estás haciendo, en lo que te rodea y en cómo sientes tu cuerpo en ese preciso momento. Seguramente no lo consigas siempre que te lo propongas, pero ten en cuenta que estarás entrenando una habilidad mental hasta ahora desconocida para ti, así que sé paciente contigo y persevera en la práctica.
Sopesa que ningún pensamiento podría jamás llegar a definir o a acotar lo que uno es. En realidad yo soy el espacio en el que todo surge.
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