La palabra depresión proviene del término latino depressio, que a su vez, proviene de depressus (abatido o derribado). Se trata de un trastorno en el estado de ánimo que se caracteriza por sentimientos de dolor profundo, frustración, ira y soledad; los cuales impiden que la persona continúe con su vida habitual durante un período de tiempo de duración variable.

Desde hace años se acepta que la presencia de síntomas depresivos provoca una discapacidad superior a la derivada de enfermedades médicas comunes como la hipertensión, la diabetes o la artritis, y similar a la producida por las enfermedades cardiovasculares. A nivel epidemiológico existe acuerdo en el sentido de que los trastornos depresivos son un problema sanitario de primer orden; de hecho, algunos autores han considerado a la depresión como la enfermedad que más influye en el empeoramiento de la salud de la población.

Además, parece demostrado que tiene importantes implicaciones socio-laborales, resultando uno de los trastornos médicos que más discapacidad, y días laborales perdidos provoca en los países occidentales. Incluso algunos autores prevén que la depresión pronto llegue a ser la principal causa de discapacidad en el mundo. Esta elevada repercusión socio-sanitaria se debe, entre otras cosas, a su elevada prevalencia de forma aislada o como trastorno comórbido con otros trastornos psiquiátricos y con otras enfermedades no psiquiátricas.

El Instituto de Psiquiatría de Londres indicó que el riesgo de padecer un episodio depresivo grave a lo largo de la vida oscila entre el 5 y el 17% y es entre 2 y 3 veces más frecuente en las mujeres.

Diversos estudios realizados en los últimos años señalan el estilo de vida como un factor desencadenante de esta patología. Así, cuando el sujeto lleva una vida estresante, con sobrecarga laboral y/o familiar, es más proclive a desarrollar un episodio depresivo.

Por otro lado, existen momentos de la vida cotidiana en los que las personas son más proclives a padecer este tipo de depresión: aquellas experiencias que supongan una pérdida para el sujeto, como pueden ser una ruptura amorosa, un cambio de domicilio, un desahucio, una pérdida del empleo, recibir el diagnóstico de una enfermedad grave, la jubilación o emigración. Según un informe de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental (2007), el 50% de los inmigrantes padecen algún tipo de patología mental, siendo la depresión reactiva una de las más comunes, producida por las experiencias de abandono, tristeza y desarraigo.

Por lo tanto, la depresión reactiva, reacción al estrés grave o trastorno adaptativo con estado de ánimo deprimido es una respuesta a un acontecimiento negativo como los arriba mencionados (no teniendo por qué brotar inmediatamente después del acontecimiento desencadenante) o una respuesta desadaptativa frente a un estresor vital que se ha prolongado durante un lapso de tiempo mayor o menor en la vida de la persona.

La depresión reactiva es también es llamada depresión exógena y su causa, como ya hemos comentado, es de base psicológica, puesto que responde a factores situacionales y no se han evidenciado hasta el momento elementos hereditarios ni organogénicos que pudieran tener peso en la explicación del origen de estos cuadros. El caso opuesto es la depresión endógena, más somática y biológica, que puede no tener una causa concreta e identificable. Sin embargo, esté donde esté el origen de la misma, los síntomas son similares y el tratamiento tendrá puntos en común.

En la depresión reactiva se deberá tener en cuenta la personalidad de base, ya que será la que le imprima la característica esencial de las manifestaciones.

Las personas con depresión reactiva suelen tener una personalidad muy centrada en lo negativo, con una baja autoestima, pesimismo respecto a la vida y al futuro, sentimientos de culpa y un alto de perfeccionismo. Es por ello que se asocia la depresión reactiva con rasgos de personalidad marcados por la ansiedad, la obsesión, la dependencia y la inestabilidad emocional.

Otra causa a tener en cuenta a la hora de estudiar este tipo de depresión es el estilo atribucional. Una persona que atribuye sus éxitos a causas externas (locus de control externo) no controlables y sin embargo se culpabiliza de sus fracasos, atribuyéndolos a causas internas sobre las que tampoco ejerce un control es proclive a desarrollar una depresión. La sensación de no falta de control sobre los acontecimientos de la propia vida llegan a crear estados de indefensión aprendida, presente en muchos trastornos del ánimo.

Kobasa (1979) definió dos tipos de personas según su afrontamiento a sucesos traumáticos. Por un lado estaría la persona resistente, con tendencia a implicarse en todas las actividades de la vida, como parte de lo que es como individuo; una fuerte sensación de control y convicción acerca de que sus actos influyen directamente en los acontecimientos; y una mayor apertura a los cambios vitales, viendo las circunstancias de la vida (especialmente las adversas) como incentivadoras del crecimiento personal.

Por otro lado, encontró que la persona no resistente muestra carencias en el sentido del compromiso, un locus de control externo y una tendencia a considerar el cambio como negativo y no deseado.

El inicio del cuadro de la depresión reactiva es gradual, y su curso continuo. Existe una clara alteración del estado de ánimo, el cual se presenta deprimido y con síntomas como la tristeza o la pérdida de interés, acompañado frecuentemente por un elevado estado de ansiedad e irritabilidad ante la sensación de haber perdido el funcionamiento adaptativo.

Existe una incapacidad de experimentar placer con la mayoría de actividades que antes de la aparición del cuadro depresivo resultaban gratificantes, lo que provoca una pérdida de interés notable por la mayoría de cosas. Esto hará que la persona cada vez se exponga menos a actividades agradables, reciba un menor gratificación del mundo exterior, y se agraven sus sentimientos de tristeza y sus pensamiento pesimistas. Todo esto afecta en el nivel de funcionamiento, tanto a nivel social, como laboral y personal.

A nivel cognitivo, la depresión reactiva puede generar dificultades para concentrarse, pensar y funcionar adecuadamente. Entre los síntomas fisiológicos se encuentran, entre otros, la falta de sueño, sudoración, cefaleas, taquicardia y/o problemas digestivos. Desde un bajo nivel de energía de forma constante, suele costar mucho realizar cualquier actividad y aparece la fatiga con facilidad.

Este tipo de depresión puede ser grave y necesita ser tratada si persiste por un período de tiempo demasiado largo y la persona no se recupera de manera espontánea. No debemos confundir la tristeza normal que genera la vivencia de un duelo con episodios depresivos o trastornos psicológicos y caer en la psiquiatrización de la vida cotidiana.

De entre todos los tipos de depresión es la que tiene mejor pronóstico ya que, a diferencia de la depresión mayor (de mayor gravedad y duración), puede tratarse más fácilmente analizando junto al paciente esos acontecimientos que han precipitado el trastorno y su particular forma de entenderlos, para así poder corregir distorsiones cognitivas o estilos atribucionales desadaptativos e inapropiados.