Empezar una relación es como irse a vivir a un país extranjero – nuevas costumbres, nuevos códigos de comunicación, diferentes maneras de ver las cosas; al comienzo la otra persona es un mundo desconocido que intentamos entender y amar a la vez. Y le podemos añadir muchas veces la presión para que la relación funcione porque de eso depende nuestra sensación de identidad, de existir plenamente.

Es difícil plantearse cuestiones del tipo: ¿Soy feliz en esta pareja? ¿Cuáles son mis expectativas? ¿Me compensa el esfuerzo que invierto? ¿Cómo me siento como mujer/hombre?

El miedo a la pérdida, a precipitarse en una decisión genera angustia e incertidumbre de lo que debería ser. Cada pareja tiene sus especificidades y particularidades pero lo que se teme es la desvirtuación de la relación convirtiéndose solo en una fachada.

La inercia

La pareja es un ser vivo que está en constante transformación y por lo tanto necesita de atención diaria, cosa que por veces al final de un tiempo deja de existir, por inercia o seguridad que nunca se va acabar. Las personas de la pareja crecen, evolucionan, generan nuevas exigencias, crean nuevas prioridades, cambian de gustos. ¿Cómo introducir la dimensión del tiempo, la evolución de cada uno en la pareja, el cambio de objetivos y necesidades?

Relacionarse desde el poder

Estar en pareja significa a veces hacer mal dos veces lo que se hacía muy bien solo; el desgaste del día a día, de la rutina, la gestión de los problemas, del hogar generan muchos conflictos de autoridad y decisión que frecuentemente se manejan solamente desde el poder – tener o no tener!

La lucha de poderes es incompatible con la empatía, el espíritu de equipo y generosidad; la relación es desde mis necesidades y decisiones y no desde una puesta en común de lo que sería mejor para la relación. O se acepta que no se está durmiendo con el enemigo o la relación se hará alrededor de atritos constantes que pueden llevar a la ruptura cual peleas de gallos.

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Basura bajo la alfombra

¡Las parejas suelen discutir mucho y resolver poco! Cuando en sesión pregunto a una pareja como han resuelto sus mal entendidos, desacuerdos o insatisfacciones se suelen mirar y no saber que contestar y al tiempo decir, “lo hemos dejado correr”, “con el tiempo empezamos a hablar y ya está”. Habéis huido hacía delante, suelo contestar yo.

Los problemas cuando no se resuelven tienden siempre siempre a empeorar, fingir que no existen no significa que no afecten a la pareja, y al contrario de lo que se suele decir que el tiempo NO lo cura todo, el tiempo solo lo cura se trabajamos para que eso ocurra caso contrario el tiempo sólo incrusta dolor, rencores y sufrimientos.

Desprecio

La pareja contemporánea necesita admirar a la persona que tiene a su lado. Es fundamental sentir orgullo en ella porque va a certificar que se ha tomado la decisión correcta. En el desprecio o no orgullo hacía el otro, hay duda hacía uno mismo tanto en sus capacidades de elecciones como en su dificultad en desasociarse de quienes no les proporcionan bien estar – básicamente genera bajada de auto-estima.

Admirar al otro como persona en sus valores, como profesional en sus funciones, como padre/madre en su labor educativa genera en la contraparte sentimientos de bondad, generosidad y empatía que a sus vez proporcionan sentimientos de que se es una buena persona!