Si la locura y la cordura existen, ¿Cómo las reconocemos? Por muy convencidos que estemos personalmente de que seríamos capaces de diferenciar la gente normal (sin enfermedades psiquiátricas) de la gente anormal (con alguna enfermedad psiquiátrica) la evidencia no es sencillamente, convincente. No es tan fácil hacer una distinción entre un estado y otro, Rosenhan se hizo esta pregunta en los años 70 poniendo a prueba los diagnostico psiquiátricos de varios centros médicos.

Quiso cuestionar si las decisiones médicas que determinaban si una persona estaba cuerda o no tenían fundamento o eran arbitrarias dependiendo del médico, es decir quería verificar hasta qué punto los médicos podían distinguir entre la cordura y la locura.

Estar sano en lugares insanos – Primera parte del experimento

Entre los años 1968 y 1972 David Rosenhan envió a ocho personas a 12 hospitales diferentes en EE.UU. Estas personas constituían un grupo muy variado, uno era estudiante de psicología, tres psicólogos, un pediatra, un psiquiatra, un pintor y una ama de casa (tres mujeres y el resto hombres). Estando en su sano juicio (sin ningún tipo de enfermedad mental) los ocho consiguieron ser admitidos en los diferentes hospitales psiquiátricos alegando que oían voces (alucinaciones auditivas). Los centros eran muy variados para generalizar los hallazgos, estaban localizados en cinco estados diferentes, algunos eran viejos y otros bastante nuevos.

Cuando los pseudopacientes llegaban al centro se quejaban de que habían estado oyendo voces que decían “vacío”, “hueco” y “apagado”, las voces no eran familiares y eran del mismo sexo que el paciente. Tras escuchar sus explicaciones todos ellos (menos uno) fueron diagnosticados de esquizofrenia.

Estos pseudopacientes utilizaron nombres diferentes para evitar que sus supuestos diagnósticos les ocasionasen problemas más tarde, aquellos que tenían relaciones con profesiones mentales dijeron que tenían otra ocupación con el fin de evitar atenciones especiales que podía adoptar la plantilla del centro, como cortesía, hacia colegas enfermos. Los acontecimientos significativos de la historia vital de cada uno de ellos se presentaron como realmente habían sucedido, se describieron tanto las frustraciones y malestares como las alegrías y satisfacciones. En caso de existiese algún sesgo por parte de los pseudopacientes, favorecieron fuertemente la detección de la cordura, dado que ninguna de sus historias ni conductas actuales eran de ningún modo gravemente patológicas.

Una vez que ya estaban ingresados en la unidad psiquiátrica, el pseudopaciente cesaba su simulación de cualquier síntoma de enfermedad mental, es decir se comportaron tal y como eran. Estos hablaban con los pacientes internos y con la plantilla como podría hacerlo normalmente. Dado que en un centro psiquiátrico de aquella época había poco que hacer, intentaban entablar conversaciones con el resto. Cuando algún miembro de la plantilla les preguntaba cómo se encontraban, ellos respondían que estaban bien, que ya no experimentaban ningún síntoma.

Respondían a las instrucciones del personal, a las llamadas para recibir la medicación (que no ingerían), y a las llamadas para el comedor. A parte de realizar actividades que se les permitía conforme a su diagnóstico, empleaban su tiempo anotando sus observaciones sobre la unidad, los pacientes y la plantilla. Estas anotaciones al principio las realizaban de forma secreta para no ser descubiertos, pero viendo que nadie les prestaba atención fueron escritas en hojas normales en sitios públicos tales como la sala de día dejando de ser así un secreto.

Los pseudopacientes entraron en el centro igual que lo haría un enfermo mental de verdad sin conocimiento de cuando le darían el alta, tendrían que conseguirlo por sus propios medios convenciendo a la plantilla de que estaban cuerdos. Su estancia en los centros fue estresante por lo cual su conducta era cooperativa con la plantilla y sin síntomas de anormalidad para que les dieran el alta lo antes posible.

Aunque se comportaban con normalidad ninguno de los pseudopacientes fue detectado y fueron dados de alta con la etiqueta de “esquizofrenia en remisión”. Las hospitalizaciones variaron de 7 a 52 días, con una media de 19 días.

Fue bastante común que los pacientes internos “detectases” la cordura de los pseudopacientes, durante las tres primeras hospitalizaciones 35 de un total de 118 pacientes internos expresaron sus sospechas, algunos de modo vigoroso. “Tú no estás loco”, “En realidad eres un periodista ya que no paras de tomar nota de todo”, “Estás controlándonos por parte del hospital”. Los pseudopacientes conseguían tranquilizarlo y evitar que los descubriesen gracias a que insistían en que habían estado enfermo antes de entrar pero que ahora se encontraba bien.

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¿Cuál fue el fallo para no detectar la cordura?

El fallo puede deberse a que los médicos diagnostiquen con un fuerte sesgo hacia lo que los estadísticos denominan Error Tipo II (falso positivo), es decir los médicos se inclinan más en etiquetar de enferma a una persona sana, que etiquetar de sana a una persona enferma. Es claramente más peligroso diagnosticar erróneamente la enfermedad que la salud, errando así por el lado de la preocupación (por si acaso está enferma).

Estar sano en lugares insanos – Segunda parte del experimento

Esta segunda parte se desarrolló en un hospital de investigación y enseñanza cuya plantilla era conocedora de los hallazgos descritos en el experimento anterior. Rosenhan informo a la plantilla del hospital que en algún momento durante los tres meses siguientes uno o más pseudopacientes intentarían ser admitidos el en hospital psiquiátrico. A cada miembro de la plantilla se les dijo que debían evaluar a cada paciente nuevo conforme a la probabilidad de que dicha persona fuese un pseudopaciente utilizando una escala de 10 puntos, reflejando el 1 y el 2 como verdadero pseudopaciente.

193 pacientes habían sido admitidos en el psiquiátrico durante los tres meses señalados de los cuales 41 pacientes fueron señalados como pseudopacientes por al menos un miembro de la plantilla, 23 fueron considerados sospechosos por al menos un psiquiatra y 19 fueron objeto de sospecha tanto para un psiquiatra como para un miembro de la plantilla. En realidad ningún pseudopaciente se presentó durante ese periodo.

¿Qué ocurre con las personas que son etiquetadas de enfermas?

Cuando una persona es etiquetada en este caso con esquizofrénica es muy difícil poder superar esa etiqueta, ya que la etiqueta colorea las percepciones que los demás tienen de esa persona y su conducta. Por eso muchas de las conductas normales que los pseudopacientes mostraron en los centros eran ignoradas o malinterpretadas.

Por ejemplo cuando los pseudopacientes escribían notas nadie de la plantilla se molestó en preguntar porque escribían, si no que dieron por hecho que la conducta de escribir era aspecto de su conducta patológica (de su enfermedad). Dado que el pseudopaciente está en un hospital, debe de estar alterado psicológicamente, y dado que esta alterado, la escritura continua debe ser una manifestación conductual de la enfermedad.

Una etiqueta tiene una vida e influencias propias, una vez formada la impresión de que el paciente es esquizofrénico, se espera que continúe siendo esquizofrénico. Cuando ha pasado suficiente tiempo, durante el cual el paciente no ha hecho nada extraño, se le considera estar en remisión y dispuesto para el alta.