En muchas ocasiones dañamos sin darnos cuenta nuestra autoestima, es decir, nuestra respuesta emocional a cómo nos sentimos con nosotros mismos. Una buena manera de mejorarla es dejar de lado ciertas conductas y pensamientos dañinos que perjudican el propio bienestar.
La primera clave es tener una constancia y rutina en determinados hábitos saludables: buena alimentación, ejercicio físico, descanso suficiente y reparador. Una vez tengas esto en cuenta, también puedes plantearte comenzar a abordar estos errores con el fin de quererte más y mejor.
1. No tener objetivos vitales
Cuando no establecemos propósitos no sabemos dónde poner nuestra energía y podemos terminar dispersándola o perdiéndola, siendo la consecuencia de ambas acciones el agotamiento, tanto físico como emocional.
Es importante conectar con nuestros deseos, valores y necesidades; lo cual nos permite reflexionar sobre las áreas esenciales de nuestra vida y pensar sobre cómo queremos que sean en determinado período de tiempo. Una vez conseguido un objetivo se debe celebrar y disfrutar antes de pasar al siguiente.
Saber en qué consiste nuestra vida y hacia dónde vamos evita que aparezcan sentimientos de pérdida, confusión o ansiedad y nos aporta seguridad.
2. No responsabilizarte de tus emociones
Al sentirnos mal (enfadados, tristes, culpables, asustados…), incluso aunque esté desencadenado por una persona o situación externa, siempre tenemos la opción de actuar en consecuencia.
Cada persona es responsable de su estado emocional y la encargada de cambiar de dirección si hay algo que le produce malestar.
3. Cultivar pensamientos negativos sobre ti mismo
Tener una capacidad autocrítica que nos ayuda a crecer y mejorar es muy positivo, pero debemos tener cuidado con esa voz crítica que, cuando se convierte en constante e hiperexigente puede afectar a nuestra autoestima.
Resulta recomendable entender de dónde viene esta voz, qué mandatos y normas hemos interiorizado de nuestras figuras de autoridad.
Si te das cuenta de que tu voz crítica es excesivamente negativa y desalentadora (“nunca lo harás bien”, “no mereces ser querido”…) es momento de trabajar en la relación contigo mismo. Así será más fácil encontrar tus aspectos positivos y conectar con tu verdadero potencial humano.
4. Castigarte por tus errores
Si no reconocemos nuestras equivocaciones podemos caer en una conducta victimista desde la excusa permanente, lo cual termina creando un gasto de energía considerable.
El extremo contrario, pero igual de agotador, es convencernos de que nuestros objetivos son inalcanzables y no tenemos opciones de hacerlo mejor en otra ocasión. Reducir nuestras expectativas para evitar la decepción nos hace más propensos a ver la realidad desde ideas distorsionadas aprendidas en fracasos anteriores.
En lugar de dañar nuestra motivación probemos a mantener una mente abierta a las posibilidades de cambio: analizar el error, identificar puntos débiles y crear nuevos recursos y formas de afrontamiento. Asumir los propios errores es el primer paso para aprender de ellos y estar mejor preparados para el futuro.
5. No pedir ayuda
Desde la idea de que tenemos que hacernos cargo de lo que nos ocurre sin ayuda, podemos caer en una sensación de desesperanza y soledad.
Está bien pedir ayuda. Los seres humanos somos vulnerables y no podemos controlar todo lo que nos ocurre, por lo que apoyarnos en nuestros seres queridos en momentos difíciles es muy importante para nuestro bienestar psicológico.
Comunicar los sentimientos y preocupaciones a personas de confianza nos reconforta y a la vez fortalece los vínculos emocionales con ellas. En ocasiones es necesario pedir ayuda psicológica para aprender a llevar a cabo cualquiera de estos puntos.