Intentamos serlo, unas veces lo lograremos otras veces no. Todo dependerá de cómo nos llega la crianza de nuestros hijos; experiencias anteriores (abortos, por ejemplo), en que época estamos de nuestro ciclo vital, el grado de satisfacción que tenemos con nosotros mismos, los desafíos que supone la crianza de determinado hijo (no es lo mismo una crianza esperable que una crianza donde hayan problemas de salud: alergias, piel atópica, enfermedades…), todo esto definirá el tipo de madre y padre que seremos.
Hoy día la literatura es extensa y variada acerca de la crianza, tenemos investigaciones que corroboran de todo, desde que dar el pecho es lo mejor y todo lo contrario. Solo tenemos que elegir cual es la corriente que más se parece con nosotros y encontraremos la buena justificación a nuestras decisiones.
El problema surge cuando no tenemos claro como queremos educar, y entonces echamos de menos a nuestras madres (la mayoría de los padres de aquel entonces creían que la crianza era cosa de mujeres y no se preocupaban por estos temas) que ignorantes de la tarea hacían lo que les decía el/la pediatra de turno sin cuestionar… lo que decía la medicina iba a misa, y de ahí el viejo consejo de “tu haz lo que te diga el medico”. Ventaja, todos decían lo mismo, no había equivocación, y lo que se escuchaba de las otras madres era lo mismo, fueras donde fueras.
¡Hoy día la medicina y la gente dice muchas cosas y muy diferentes! Esto provoca tomar decisiones activas en la crianza de los hijos con la responsabilidad de la equivocación, al contrario de lo que pasaba antes… si la cosa iba mal era culpa del/la pediatra.
Si bien que ahora hemos ganado en libertad e información, también es cierto que ganamos en inseguridad. También hay más fundamentalismos y más criticas hacía quienes deciden hacer diferente; es necesario respetar las diferentes formas de crianza que hay hoy en día y dejar de ser personas tan criticas con la diferencia.
En cada decisión pedagógica es importante que los progenitores se sientan a gusto con sus elecciones y que puedan cambiar de opinión siempre que así lo vean conveniente.
Como profesionales de salud mental nos cabe acompañar y asesorar, sin juzgar, a los padres y madres que procuran nuestra ayuda. Ayudarles a entender y a encajar sus historias de vida, sus miedos y preocupaciones a la hora de educar y, desculpabilizarles, haciéndoles entender que no son omnipotentes, no lo pueden todo; que un hijo es un ser autónomo, con personalidad propia, y que sea diferente de lo que habían esperado no es malo, ¡es solo diferente!