“Si tiene solución ¿para qué te preocupas?, si no tiene solución ¿por qué te preocupas?”
“¿Para qué preocuparse si puede ocuparse?”

Querido lector:

Usted y yo sabemos lo poco que cuesta pronunciar esas frases cuando vemos a alguien con el agua al cuello, sabemos el nulo efecto que han tenido en nosotros cuando una bienhechora alma que nos quiere mucho ha intentado procurarnos consuelo. Y también sabemos tanto usted como yo que los creadores de estas maravillosas perlas de la sabiduría se siguieron preocupando después de idear sus frases para ponerlas en pósters.

Decir a alguien que no se preocupe es tan efectivo como sugerir a una persona que padece depresión la posibilidad de animarse. No le estamos dando ningún material con el que pueda entenderse, y sólo le recordamos una y otra vez lo impotente que se siente. La gente no se preocupa porque le gusté hacerlo, ni porque no haya leído nunca estas dos frases magistrales, la gente se preocupa porque a menudo es la mejor respuesta que conoce (recordemos que a la mente le encanta lo conocido y suele huir de otros patrones de respuesta), y en ocasiones podemos obtener una serie de ganancias secundarias que refuercen nuestra conducta de hipervigilancia.

  • Los seres humanos necesitan tener la percepción de que están haciendo algo para solucionar lo que les inquieta, ya que si no sucede así han de enfrentarse a la temida sensación de impotencia. Aunque no se lo crean es una manera de buscar la tranquilidad que tanto ansiamos.
  • En el ámbito de las relaciones interpersonales estamos acostumbrados a creer que si de verdad amamos a alguien entonces debemos estar muy preocupados por lo que les pueda suceder, y que si dejamos de preocuparnos por alguien es que no lo queremos.
  • Existe una suerte de “pensamiento mágico” que equipara el control al grado de preocupación, de tal manera que si estamos lo suficientemente agobiados, aquello que tememos no sucederá, ya que si dejamos de otorgarle importancia a algo, ese algo puede aparecer con mucha más frecuencia al no tenerlo en mente como posibilidad aterradora. Es el castigo que sucede cuando te relajas.
  • Hay personas que lo viven como una protección para futuras decepciones, pensando así, que si cubren una cuota de preocupación antes de que suceda, después no tendrán que soportar el dolor de la decepción, es como pagar por anticipado, o hacer una póliza de seguro contra el fracaso.

¿A qué ahora no es tan fácil dejar de preocuparse?

Resulta que para dejar de hacerlo uno debe aprender a aceptar la impotencia, aceptar a los otros, descubrir que se tiene un control limitado sobre las cosas que le rodean y arriesgarse a relajarse, rompiendo todas las leyes de la compensación que me he estado fabricando durante toda la vida… Definitivamente no es fácil. Y requiere un gran trabajo personal, y poder estar abierto a cambiar las creencias que han marcado toda tu vida.

Imagínese que es un país, y que existe la posibilidad de que sus fronteras sean amenazadas, ¿cómo no ceder a la tentación de no invertir todo el presupuesto en defensa? Durante la gran paranoia que supuso la guerra fría se poseía armamento nuclear suficiente para destruir el mundo decenas de veces. Actualmente puede existir una inversión de 7,6 billones de dólares en armamento nuclear en el mundo, y con el costo de una sola arma nuclear se podría, por ejemplo, proporcionar atención médica a 36.000 personas, 43.000 libros de texto para estudiantes, o convertir 64.285 hogares a energías renovables –y hay más de 20.000 armas nucleares en el mundo. Todas esas armas son las que garantizan “La Paz”, porque es la mejor manera que han conocido los once países poseedores de dicha tecnología para asegurar su tranquilidad. La preocupación es uno de los grandes motores que existen, ¿cómo buscar alternativas a ese funcionamiento? Los países y las personas sufrimos un mal parecido.

Por otro lado debemos tener en cuenta una una cuestión importante: nuestro cerebro busca sobrevivir, no la felicidad. ¿A quién le interesa ser feliz si con ello me vuelvo más vulnerable? ¿no tiene un hipocondríaco más posibilidades de detectar un cáncer a tiempo que uno que no lo es? ¿No es verdad que un paranoico tiene muchas menos posibilidades de ser engañado?.

Como podemos ver, querido lector, reducir nuestro presupuesto de defensa lleva un proceso de maduración vital, de cambio de perspectiva que es imposible resolverse “no haciendo algo”, sino asumiendo que, en ocasiones, nuestro proceso de crecimiento personal no siempre nos llevara por carreteras asfaltadas, sino por senderos ambiguos e indefinidos.