“La felicidad no es algo que sucede. No es el resultado de la buena suerte o del azar. No es algo que pueda comprarse con dinero o con poder. No parece depender de los acontecimientos externos, sino más bien de cómo los interpretamos” – Mihály Csíkszentmihályi

¿QUE ES EL FLUIR?

El fluir es un estado en el que uno se siente totalmente absorto en una actividad para el propio placer y disfrute, mientras el tiempo parece volar y las acciones, pensamientos y movimientos se suceden sin pausa. Todo nuestro ser está concentrado en la tarea y utiliza sus destrezas y habilidades llevándolas hasta el extremo. En este estado se experimenta una enorme satisfacción, parecida a la de la felicidad estática.

La persona que entra en este estado, muestra perfecto control de lo que está haciendo y sus respuestas se ajustan a las exigencias dinámicas de la tarea, no se preocupa de cómo está actuando, la motivación proviene del placer del acto mismo, la conciencia se funde con el hacer, la satisfacción generada por la realización de la actividad en sí y no por los beneficios finales tal actividad. Las personas realizamos actividades y así desarrollamos nuestras habilidades para producir experiencias, a través de la implicación con la actividad particular, no es algo místico sino el resultado natural de las acciones que cada quien toma.

Los seres humanos estamos programados para experimentar una completa implicación con la vida. Vivir significa experimentar a través del hacer, del sentir y del pensar. La experiencia tiene lugar en el tiempo, así que el tiempo es el recurso verdaderamente escaso que tenemos. A lo largo de los años el contenido de las experiencias determinará la calidad de vida y, por ello, una de las decisiones más esenciales que podemos tomar tiene que ver con cómo invertimos o a qué dedicamos el tiempo.

APRENDIENDO A FLUIR

La conciencia es un gran almacén donde se guarda la información, todo aquello que vemos, pensamos, sentimos o deseamos serían como cajas en esté almacén, las intenciones son las responsables de decidir que sucesos entran en nuestra conciencia y cuáles no, siendo también el responsable del orden del almacén. Las cajas de información no se guardan de cualquier manera si no que se clasifican acorde con nuestras intenciones. Cuando deseamos algo nuestra atención se focaliza en los objetos que deseamos descartando así los demás. A diferencia de los sueños en los cuales no podemos actuar, todo aquello que vemos, sentimos, pensamos y deseamos se puede usar y manipular en nuestra conciencia, esta capacidad nos permite ser felices incluso cuando nuestro ambiente externo nos empuja hacia todo lo contrario.

Debido a la naturaleza finita de nuestra conciencia es extremadamente importante lo que entra y lo que dejamos fuera, esto es lo que determina el contenido y la calidad de nuestra vida. Si podemos controlar a “nuestro jefe de almacén” podemos controlar nuestro estado de felicidad.

Imaginad, por ejemplo, que estamos esquiando pista abajo y que toda nuestra atención está centrada en los movimientos de nuestro cuerpo, la posición de los esquís, el aire que nos golpea el rostro y los árboles cubiertos de nieve que parecen desfilar a ambos lados. No hay espacio en nuestra conciencia para conflictos ni contradicciones; sabemos que cualquier pensamiento o emoción que nos distraiga puede hacernos quedar enterrados en la nieve boca abajo. ¿Y quién quiere ser distraído en estas circunstancias? El recorrido es tan perfecto que lo único que deseamos es que dure para siempre y sumergirnos totalmente en la experiencia.

Si esquiar no os dice gran cosa, podéis sustituirlo por vuestra actividad favorita. Podría ser cantar en un coro, programar un ordenador, bailar, jugar al futbol o leer un buen libro. O, si te gusta tu trabajo, como le pasa a muchas personas, podría ser hallarte inmerso en una operación quirúrgica complicada o cerrar un negocio.

Ahora bien, esta inmersión completa en la actividad puede suceder en la interacción social, como cuando dos buenos amigos conversan o cuando la madre juega con su bebé. La conciencia está llena de experiencias y estas experiencias se hallan en armonía entre sí.

Estos momentos excepcionales es lo que se llama estados de fluidez, disfrutar cada momento de lo que se hace. Cuando la información que entra en nuestra conciencia es coherente con nuestros objetivos la energía psíquica fluye sin esfuerzo, en estos momentos no hay preocupaciones, nada nos distrae, todos nuestros sentidos están concentrados en un único objetivo, aunque podamos pensar que nuestras vidas no son tan excitantes como la de un artista cualquier situación vivida con intensidad nos puede llevar a fluir. Cuando una persona es capaz de organizarse la conciencia para experimentar estados de fluidez a menudo su calidad de vida mejora inevitablemente.

El fluir en una experiencia óptima no sólo hace que la persona escape de la ansiedad y el aburrimiento, sino que, al hacerlo, logran poner orden en el caos reinante de sus mentes. Todos ellos están experimentando el disfrute y además recordarán la experiencia como algo placentero, obtendrán de ella el estímulo adecuado para buscar nuevos desafíos y hacer que sus personalidades crezcan y se tornen más complejas.

Esa especie de epifanía, ese profundo sentimiento de alegría no ha llega por la gracia de su buena fortuna sino que son ellos mismos, con el esfuerzo constante de sus mentes y de sus cuerpos, quienes han traspasado sus limitaciones y han propiciado una experiencia que va más allá del placer instantáneo de los sentidos, en el que se esconde la esencia de una vida feliz.

Iguazu (1)

“En el fluir estamos demasiado absortos en lo que estamos haciendo para preocuparnos de proteger el ego” – Mihály Csíkszentmihályi

CARACTERÍSTICAS DE LOS ESTADOS DE FLUJO

Desafío que requiere habilidades. El disfrute en una actividad llega a su punto máximo cuando los desafíos están en justo equilibrio con las habilidades personales. Cuando un tenista hábil se enfrenta con uno menos diestro, el primero se aburrirá, mientras que el segundo se sentirá ansioso y frustrado. El disfrute sólo aparece cuando se logra el punto medio entre el aburrimiento y la inquietud. Esto explica por qué las actividades de flujo conducen al crecimiento y al descubrimiento; nadie puede disfrutar haciendo lo mismo durante mucho tiempo. Por ejemplo, una competición es agradable cuando se la percibe como un medio para perfeccionar las propias habilidades, pero no cuando es asumida como un fin en sí misma.

Concentración y enfoque. Cuando la atención está completamente absorta en una actividad, lo que la persona está haciendo llega a ser algo espontáneo, casi automático, y el protagonista deja de ser consciente de sí mismo como un ser separado de lo que hace. La experiencia es vivida como un estado de flujo, en el que la mente discurre libre y armónicamente.

Metas claras. Aunque el tiempo que duran las distintas actividades placenteras es muy variable, y mientras que unas culminan en pocos segundos otras pueden alargarse días enteros, en todas ellas la persona es consciente de las metas o propósitos finales. Las actividades que llevan en su propia esencia el libre espacio de la improvisación, sólo llegan a disfrutarse cuando sus protagonistas son capaces de ir construyendo las reglas y las metas sobre la marcha.

Directa e inmediata retroalimentación. La sensación de estar haciendo algo bien es uno de los componentes de la experiencia óptima, lo es el hecho de que todas las personas son capaces de afinar su atención para percibir las señales de éxito o aprobación de formas que a otros les resultan invisibles. En realidad, el tipo de retroalimentación que se reciba es irrelevante: lo importante es poder tener la sensación de que la tarea o actividad se está haciendo bien, porque sentir que se ha tenido éxito en alcanzar la meta crea orden en la conciencia y fortalece la estructura de la personalidad.

No hay espacio para otras informaciones. En los momentos de flujo la atención excluye toda la información que ocupa la cabeza y que no es de utilidad para lo que se está realizando; las preocupaciones de la vida ordinaria quedan excluidas de la mente. Es como si la persona, mientras se mantiene la actividad, desconectara su memoria y alejara la entropía poniendo orden en su mente y olvidando los aspectos desagradables de la vida.

Un sentimiento de control personal sobre la situación o actividad. El placer que se deriva de estas actividades surge precisamente de una saludable sensación de ser capaz de controlar fuerzas que puedan ser peligrosas, la sensación de controlar la entropía (en el que la energía psíquica se dispersa sin un rumbo claro) explica también por qué las actividades de flujo pueden ser tan adictivas.

Pérdida del sentimiento de autoconciencia. Cuando se experimenta la sensación de flujo, desaparece de la conciencia algo a lo que comúnmente dedicamos mucha atención: la propia personalidad. Paradójicamente, cuando logramos olvidarnos de quién o de qué somos, podemos expandir aquello que somos. La experiencia óptima permite así una forma de trascendencia, pues al perder momentáneamente la personalidad, sobrepasamos el propio yo, que podrá emerger con más fuerza tras la experiencia vivida.

Distorsión del sentido del tiempo. Durante el disfrute de la experiencia, la dimensión objetiva del mundo externo se vuelve irrelevante, y la percepción subjetiva de la experiencia temporal se ve alterada. Por eso muchas personas afirman que el tiempo parece pasar más rápidamente, mientras que otros, como un bailarín de ballet describiendo un complicado giro que dura menos de un segundo en tiempo real, afirman que los segundos pueden llegar a durar eternidades.

El secreto de la felicidad no parece tan secreto: se trata, tan sólo, de disfrutar con lo que se hace.